viernes, 29 de junio de 2007

Seduciendo al DT

No hay lugar para las dudas. Es un trabajo arduo. Necesita de una planificación precisa. Cualquier desajuste puede atentar contra la efectividad del plan. La clave aquí es la paciencia. Ya parece estar todo listo para la primera etapa.
-Dale Pastel, tranquilo que ya va a salir.
Perfecto. Un comentario con el volumen justo. Llegó a los oídos del entrenador sin aturdirlo. También a los integrantes del equipo que, a duras penas, batallan por conservar el cero en su propio arco. Segunda etapa.
-Che, qué mal que estamos arriba. No le podemos meter un gol a nadie.
Nuevamente la frase roza la perfección. Esta vez no hay nombres involucrados, aunque el mensaje es claro. Otro punto a favor, uno más.
Así funcionan los mecanismos en el Deutsche Bank. Uno busca la mira, apunta y listo. Pero falta el empujón final. El 2-0 abajo ayuda. Un despeje del defensor termina en el primer tiro de esquina para el Deuche. Es el momento para consumar la obra. Ahora sí, nada de tibieza. Es necesario tirar toda la carne al asador.
-La reputa madre que los re mil re parió muchachos. Pelotas mariquitas, pelotas que lo empatamos.
Ese fue el toque final. La frutilla del postre.
-Tano vení rápido que entrás por el tibio del Pastel.
Ni siquiera hace falta una sonrisa. Lo justo es justo. Quien trabaja con exactitud sus planes merece una recompensa. Faltan cinco minutos. Un gol de Longa revive las esperanzas. Quedan cinco minutos y ahora es el Pastel quien lucha por reingresar al campo de juego (la Liga permite este exabrupto). Entonces empieza, pero a su manera. Quizá un poco menos sutil.
-Vamos Longa, corré un poco maricón. Pone un poco de huevos o salís.
Unos segundos después, por detrás del técnico y en voz baja, viene la estocada.
-Lo de este pibe es increíble. Jugaba en Los Andes y ahora no puede pasar ni al cuatro. A ese gordo que la camiseta le queda como un top.
Un nuevo ataque. Longa ensaya una tijera un poco deficiente que rebota contra uno de los centrales y termina en el fondo de la red.
Rápido de reflejos el Pastel reacciona. No hay lugar para las dudas. Después de todo, aún quedan cuatro vibrantes minutos para jugar.
-Qué bárbaro lo de Longa. Ahora ni siquiera le salen bien las tijeras. Este pibe está en caída libre.

viernes, 22 de junio de 2007

Tranqui papá, ya debe estar por llegar

Ahí llega la planilla rosa. Todos la quieren, pero nadie se atreve a tomarla. Luego de varios segundos, Pedro se anima a afrontar el desafío.
-Hijos de una gran puta. Otra vez jugamos a las 10.30. Estos tipos parece que nos vieron la cara.
Las quejas se desvanecen rápido y, una semana después, a ritmo cansino van llegando los jugadores del Deutsche Bank. Faltan cinco minutos y, por lo menos, ya hay once gladiadores con ojeras para salir a la cancha.
-Che gente, falta el Negro.
Sintética, pero efectiva. Simple, pero conflictiva. Otra vez la misma historia de siempre.
-Este Negro siempre se hace el boludo. Me tiene las bolas infladas.
-Tranqui papá, ya debe estar por llegar.
El reclamo de calma perece al instante. Justo en el momento en el que el técnico se digna a dar la charla técnica, llega un latigazo desde atrás.
-Estoy podrido de los que no se comprometen con el equipo. Si va a llegar siempre tarde que no venga más. Eso se lo tendría que decir el capitán.
-Tranqui papá, ya debe estar por llegar.
La voz tiene un claro dueño, pero siempre oculto. Tira la patada y se esconde, se disfraza entre las demás camisetas. Como cuando dos grupitos amenazan con pelearse. Adelante los más guapos, los más grandotes. En la segunda línea, el enano que con un cachetazo repleto de impunidad termina por desatar la batalla. Es una bomba de tiempo. Por fin el comentario hace efecto.
-Si es verdad. Que se vaya a jugar con los del country. Ya fue, no lo necesitamos.
-Tranqui papá, ya debe estar por llegar.
Sus virtudes futbolísticas son necesarias para reforzar una defensa que, en varias ocasiones, coquetea con la goleada. Pero sus noches de fiesta gozan de poca compatibilidad con el equipo. La temperatura sube y la injustificada furia no para de escalar.
-Ya fue, votemos. Levanten la mano los que quieren que se vaya el Negro.
-Tranqui papá, ya debe estar por llegar.
-Pelotudo, dejá de decir esa idiotez. No ves que ya estamos en el entretiempo.
No hay votación. Mucho menos expulsión.
-Dejen muchachos, como capitán le voy a dar el ultimátum.
Ahí viene el Negro. Descalzo, con los botines en la mano. Nada parece apresurar su marcha, pese a que es consciente de su imperdonable retraso. El ánimo del equipo está en plena ebullición. De refilón, varios jugadores construyen un escenario ideal como para que el incendio se propague rápido.
-Sory que llegué tarde. Me estaba comiendo un rico chori- aclara el negro, sacándose la pelusa del ombligo-. Qué fiestita la de anoche, ¿no? ¿Por qué se fueron a las siete? Daba para mucho más…
-Para negro, ya te bancamos un millón. Te tengo que decir algo en representación del equipo.
Las miradas lo apuntan con violencia. El capitán tiene el deber de hacer lo correcto. Siempre lo hizo. Y esta vez no será la excepción.
-Negro que sea la última vez. Y ponete los botines que ahora entrás. Estamos perdiendo 1-0.

viernes, 15 de junio de 2007

No hay lugar para los novatos

Setenta kilos de enganche rodaron por el aire. El fibroso cuerpo golpeó una y otra vez contra el suelo, como una piedra que hace sapito. Y sin embargo, pese a ser consciente de que una vez más su despedida iba a estar teñida de rojo, su cara escondía un gesto de satisfacción.
-La próxima te la doy en la carita, imbécil.
No hubo castigos ni penas ejemplares. Mucho menos autocrítica. Como si la situación del partido lo hubiese ameritado. Hay un momento en el que el ánimo del equipo naufraga. Entonces todo cuesta el doble. Y aparecen las excusas.
-Me la clavó en el ángulo, ¿qué querés que haga?- aclara el arquero.
Casi la misma explicación a la que recurre un jugador para abandonar la prisión de los tres palos en un partido de papi, cuando hacer la pirueta más vistosa es lo único que parece estar en juego.
Es necesario voltear y mirar al banco de suplentes. No hay jugador capaz de dar vuelta un lapidario 2-0. Pocas posibilidades de recambios efectivos. Sólo queda recurrir al mañoso del grupo.
-Rulo entrá en calor.
Ahí está Rulo. Enojado con el rival, con su propio equipo, con el arquero, con el técnico, con el árbitro, con sus padres. No puede evitarlo. Pocas cosas lo irritan más que la tibieza. Huevos, huevos y huevos. Es uno de sus vocablos favoritos, aunque su significado esconda un repertorio violento y varios antecedentes colorados.
-Dale juez para hoy, me estoy haciendo viejo esperando el cambio.
El exceso le costó una prematura amarilla, pero ya está en la cancha. Listo para impedir cualquier firulete. Lástima que siempre hay un jugador con poco tacto, un principiante que comete algún exabrupto. Con tal mala suerte que dicho atropello pasa por debajo de las piernas de Rulo. Rabia contenida. Sus veloces piernas le permiten alcanzar al novato. Lo tiene a dos metros, de espaldas, indefenso. Cualquiera hubiera tenido compasión, pero la piedad es para los débiles…

viernes, 8 de junio de 2007

El último de la lista

Con el paso de los partidos se vuelve una presión ingobernable. Uno intenta gambetearla, pero sabe que, de lograrlo, sus resultados son temporarios. Porque siempre vuelve. Cada vez con más fuerza. Aprovecha el momento justo. El problema es que siempre es un momento justo. Desde la entrada en calor hasta la turbulenta soledad en el inodoro ¿Cuándo me va a tocar a mí? ¿Cuándo va a ser el día en que mi garganta grite un gol de mi propia cosecha?
Así de simple y así de complicado. El último en alcanzar dicha hazaña es un blanco vulnerable.
-Che Mariano, tenés pensado meter algún gol o preferís seguir virgen por el resto de tu vida.
Cada pregunta, cada broma, lastima. Son heridas superficiales que se contestan con un débil contraataque.
-Callate feo.
En el mundo del fútbol todo se confunde. Las reglas son caprichosas, pero los jugadores las respetan.
-Puto, ¿por qué no saliste ayer? ¿Cuántos polvos te clavaste?
-Tres, ósea que hoy meto tres goles.
-Qué grande. Espero que cumplas con tu cuota papá.
En cambio, Mariano atrae hostilidades. No sólo desde la boca de sus compañeros. En la cancha se aprecia el rechazo más doloroso.
-Estoy solo Pela, acá.
El enganche no sabe qué hacer.
-Dale acá, eh Pela, solito acá.
No hay caso. Su compañero opta por sacar un potente remate que termina en el baldío de al lado.
-No me ves que estoy solo.
-Perdoná, no te vi.
-Andate a la puta que te parió.
Pero hay un momento para cambiar el rumbo. Por casualidad la pelota está en sus pies. Esta vez si lo vieron. Mariano se enfrenta al arquero.
-Ese virgen no le mete un gol a nadie- se escucha desde la mitad de la cancha.
Un sutil toque alcanzó para torcer la historia. Un grito solitario le permitió desahogar tanta presión. Ya no está último en la lista. Ahora es parte de ella.
Los tratos cambiaron. Faltan cinco minutos para que comience un nuevo partido. Ahí viene Mariano, con su rostro relajado.
-Muchachos ahí viene Mariano.
-Mariano, ¿cuántos te clavaste ayer?
-Uno nomás.
-Qué fenómeno, ósea que hoy metés tres goles.

lunes, 4 de junio de 2007

Esperando a Nando

Columnista invitado
Goleador histórico del Deuche

A veces no ser parte de un equipo otorga la gloriosa facultad de valorar a los demás, sin poder retrucar éstos últimos. Dicha impunidad le permite al responsable de este blog describir o inventar cómo actuó un futbolista del glorioso Deutsche Bank, si marcó, si puso lo que debió poner. En fin. Si de criterio futbolístico hablamos debe decirse sin ningún miedo a equivocación que quién escribe habitualmente sobre nosotros debe ser de lo menos calificado para esa función, máxime si de cancha grande hablamos.
Cierto es que después de pertenecer a un grupo muy enfermo por el fútbol en su infancia debería tener aquel elemento redondo con gajos metido en las venas. Al menos, esa unión con sus amigos debió facilitarle algún talento futbolístico. Pero no. Alto como una palmera, piernas de tero, actitud más protestona que habilidosa y olfato exuberante (no precisamente de goleador) son parte de su desdichado repertorio. Con dichos atributos parecería que jamás podría narrar una valoración respecto de cada jugador, que domingo tras domingo deja la vida para que un equipo de amigos pueda conseguir la gloria. Sin embargo, esta situación se repite cada semana. ¿Por qué Hernán tiene que decir si soy o no buen jugador? Lo cierto es que cada uno tiene un papel. ¿Por qué el de Hernán es valorar? Porque es lo suyo señores. Para él es mejor jugar con la fantasía y soñar que su presencia en el equipo impediría conocer la derrota, que ponerse los cortos. Esto último lo expondría a dejar de ser autoridad suficiente como para perpetrar las valoraciones éticas y estéticas que por momentos realiza.
¿Pero que haríamos sin el hincha número uno del Deuche? Hablar de nosotros, contar nuestras vivencias en la cancha. Algo que ningún periodista haría ¿Para qué hacerlo entonces? ¿A quién le importa? Gracias por crear mediante este espacio esta mística que puede gustar o no, pero que cuenta historias sobre cómo esta pasión divina nos hace dejar todo en la cancha. No por dinero ni por fama. Sólo por aquella pequeña gloria a la que este equipo “decididamente de amigos” puede aspirar: un campeonato. El día en que el Deuche grite dale campeón será el momento en el que un equipo que priorizó la amistad por sobre la habilidad haya conseguido llegar a lo más alto. Por eso, hoy más que nunca estamos esperando al cronista personal del Deuche ¿Cuándo será tu debut? Te estamos esperando Nando…

viernes, 1 de junio de 2007

Cenizas del fuego sagrado II

Piques cortos para entrar en calor. No importa que haya perdido sus escasas reservas de aire en el intento. Claudio está por entrar, por reemplazar a la sombra de un buen jugador.
-Juez hay un cambio. Dale Longa, rápido que vamos perdiendo.
El goleador presentía el cambio. Era consciente de que en los últimos minutos había abusado de una inusual tibieza. Su rendimiento había sufrido un evidente deterioro.
-Vamos che, uno con uno. Carlos dejalo al nueve solo y anda a marcar al chiquitito que está ahogado en la mitad de la cancha.
Cada frase, cada comentario son como martillazos contra los restos de su confianza. Pero los goleadores nunca se rinden. Siempre tienen una carta para retrucar.
-¿Me sacás a mí? ¿Me estás jodiendo?
Apenas una palmadita y el cambio ya está hecho. Pura resignación. El delantero se desploma en el pasto amarillento, como esperando alguna palabra de aliento.
-Tranquilo Longa. Las cosas ya van a salir. Lo importante es que sepas que estás jugando peor que mi vieja. Ese es el primer paso- se escucha en voz baja desde el banco de suplentes.
Ahí está Claudio para renovar las ilusiones.
-Vos tirate más a la derecha y vos andá para arriba- ordena en sus primeros segundos en cancha.
Sus indicaciones son una muestra de su impecable y efectivo repertorio para desarmar equipos. Poco entiende de táctica, pero lo compensa con una gigantesca autoestima. Y justo en el momento de mayor adversidad, cuando apenas lograba mantenerse a diez metros de cada jugada, un rugido quebró el clima de tensión. Gol de Claudio. Jamás podrá explicar cómo logró convertir. Su lujosa definición le permitió al Deuche rescatar al menos un punto. El silbatazo final trae un poco de alivio.
-Qué golazo metí, por favor- se autoconvence Claudio.
- ¿Y de los huevos del equipo no decís nada?-replica el arquero.
-Aguante el equipo, aguante el Deuche- agrega un tercero en un clima de festejo popular.
Mezcla de alegría y desilusión. Nadie corea su nombre. Igual que siempre. La hora de los reconocimientos siempre llega al próximo partido. Pero la de las críticas es bien puntual.
-Longa hay que levantar el nivel- reprocha el entrenador.
Después de todo, algo es algo.