viernes, 31 de agosto de 2007

No hay vacantes

No es que se trate de un salvador ni mucho menos. Pero lo cierto es que el nuevo genera un combo de expectativas. Su llegada se debe a un momento crítico del equipo y muchas veces suele herir la debilitada confianza de quienes dejan su puesto para hacerse un lugar en el banco de suplentes.
Ojo, poco importa cómo juega. Es que los análisis suelen ser de lo más diversos.
-El pibe nuevo la rompe. ¿Viste el golazo que metió? Se gambeteó como a cuatro.
-A dos nada más. Dejate de joder. Yo me hago una fiesta con el gordito que juega de cuatro.
-Dale Euge, la clavó en el ángulo.
-Flaco no sé que partido estás viendo. Entró pegada al arquero. No me extrañaría que lo conozca y tenga todo arreglado de antemano.
Las radiografías del nuevo también suelen diferir según quien las formule. Es que muchas veces, por intentar sorprender al ojo común, alguno que otro suele caer en una peligrosa y pegajosa vergüenza.
-Qué bien que anda el pibe nuevo que traje.
-Pelado me estás jodiendo. No puede ni parar la pelota. Y está ahogado desde los quince minutos.
-Pero no le tembló nada cuando fue a patear el penal.
-Seguro, si el hijo de mil puta la tiró dos metros arriba del travesaño.
-Yo hablo de la pegada. Se nota que tiene clase. No me equivoqué al traerlo.
-¿Vos decís por la plancha de pasto que levantó?
Los contraataques son lapidarios. Es el momento de sacar una respuesta de la galera.
-Dejá, no hablemos más. Hay cosas que vos nunca vas a poder apreciar del fútbol.
Lo que es incuestionable es la facilidad con la que el nuevo se gana el puesto. Viene con un sello de talentoso. Nadie duda de que tiene que jugar y recibir la mayor de pelotas posibles. Es su deber. La situación lo amerita. Una derrota podría catapultar al Deuche a un doloroso descenso.
Por suerte, fue una victoria sin discusión. El Deutsche Bank ganó con dos goles del nuevo. Ahora sí llueven los elogios.
-Bien pibe. Una bestia hoy. Muchachos me parece que Germán se ganó un lugar.
-La verdad que sí. Te ahogaste un poquito, pero jugaste fenómeno.
-Longa pará un poquito. A veces necesitás veinte minutos para cambiar el aire.
Un nuevo campeonato está por empezar. Es necesario conocer cuáles son los recursos para la nueva temporada.
-Che, ¿a Germán no lo vamos a llamar?
-Que la chupe ese gordo. Se ahoga a cada rato.
-Pero no te olvides que gracias a él zafamos del descenso.
-Qué mierda te pasa. Es un gordito gil que se hace el Maradona.
-No se peleen muchachos. Juguemos tranqui nosotros. De última, si lo necesitamos, lo llamamos en las últimas fechas.
-Amén.

viernes, 10 de agosto de 2007

La verdadera gran estafa

Un momento de distracción y la operación ya está en marcha. Ni siquiera es necesario un escenario apropiado. Una broma con una novia es suficiente para desconcentrar a la multitud. Y entonces sí, Hernán saca a relucir su mejor repertorio.
-Che Pedro, hace una cosa. Con lo que le debés al Tosko, pagá mi parte. Yo después se la devuelvo.
Miles, millones de miradas se posan en el Tosko con un dejo de lástima. Fue un gesto instantáneo de todo el equipo. Rápido de reflejos, la víctima apela a una reacción casi desesperada.
-No te hagas el boludo. Siempre hacés lo mismo y no pagás. Poné la guita.
-Bueno chicos, después arreglan entre ustedes. Voy a pagar la inscripción.
El Tosko no puede perdonarse. Sabía a la perfección los maquiavélicos procedimientos de Hernán. Y sin embargo, ahí está, pagando doble. Otra vez un integrante del Deutsche Bank se convirtió en un pobre estafado. Por suerte, ahí viene la palmada de un compañero.
-Ah qué pedazo de pelotudo. Te cagó de vuelta.
La solidaridad encuentra eco.
-Ahora vos sos un boludo. Sabés que te va a cagar y te caga igual. Siempre lo mismo.
-Bueno pará un poco que a vos te cagó la semana pasada.
Ninguno puede zafar. Se alternan los turnos, pero irremediablemente Hernán siempre encuentra un distraído hablando de la mina que no le dio bola la noche anterior. Entonces apunta y lo demás es juego de niños. Ojo, no se trata de una tarea fácil. Es vital analizar la escena y golpear en el momento justo. La desesperación es aquí la clave.
-Dame nueve entradas con consumición.
-Son noventa pesos. Te faltan diez. Dale pibe que hay mucha gente.
-Che, ¿quién se hizo el boludo?
Ya es tarde. Hernán capturó una entrada y ya está en la barra. Rápido, silencioso, pero siempre tiene su excusa.
-Te cagaron, ¿no? Yo te lo di cuarto. No me viste bien, pero agarraste mi billete. Era el que estaba sucio.
Cómo comprobar la veracidad de sus dichos. Incluso cierra la discusión con una frase repleta de impunidad.
-Cómo me hincha las bolas cuando se hacen los boludos. No podés cagar a un amigo.
Esta vez están todos alertados. Cada uno con sus quince pesos. Ni más, ni menos. Ahora sí que Hernán está rodeado. Pedro empieza a juntar la plata. Hay caras de satisfacción. Todos disfrutan el momento.
-Dale Hernán, dame los quince mangos.
-Che tengo uno de cien y no lo quiero cambiar. Alguien que me ponga y después lo devuelvo.
-No Hernán. Poné o no jugas.
-Qué amigos que tengo la puta madre. No son capaces de ponerme quince mangos. Váyanse a la puta madre que los re mil re parió. Enojado, Hernán fue hasta la montaña de bolsos y sacó sus quince pesos.
Esa tarde el Deuche goleó. Fue un inusual 7-1. Saludos de rigor y despedida hasta el próximo domingo.
-Che Juani, ¿me llevás hasta casa?
-No hay drama Agus, subite.
Los autos arrancaron en direcciones opuestas, pero todos hacia el mismo destino: la puerta donde cada fin de semana espera el viejo que cobra el estacionamiento. Ahí viene el anciano, cansado, desganado, pero con su talonario intacto.
-Son quince pesos, chicos.
-Eh Mingo cómo subió. Cada día más caro.
-Y bue, la inflación, chicos. Yo acá no cobro nada.
-Tranquilo Mingo. Che Agus, pasame los quince mangos que están en el bolsillo.
-¿En cuál?
-En el chiquito.
-Acá no hay nada.
-Dale pelotudo.
-Sos idiota. Si no me creés fijate vos...