lunes, 24 de septiembre de 2007

Cualquier cosa te llamamos

El repertorio de excusas está completo. Ya no se reproducen como en un comienzo. Ahora es más complicado encontrar una respuesta creíble. Entonces ahí sale la pregunta, disparada en busca de un blanco movedizo, difícil de impactar.
-Che, ¿cuándo empieza el campeonato?
-¿Viste el video de Wanda? ¡Qué camión!
-¡Pelotudo! Te hice una pregunta.
No hay respuestas. No al menos la que él quiere escuchar. El campeonato comenzó hace casi un mes y el Tano jamás recibió la notificación. Todo cambió. En algún momento su escaso talento futbolístico, su excesiva valentía y su eficacia para hacer echar a rivales fueron de gran ayuda. Pero hoy no. Ya no se gana con sólo conseguir que el mejor jugador del equipo contrario vea la roja. Y la pregunta vuelve con más fuerza.
-El otro día me metí en Internet. La página dice que ya arrancaron.
-Dale pelotudo. No está actualizada. ¿Pensás que te vamos a dejar afuera?
Fue una mezcla entre un descuido y un delito intencional. Ese domingo nadie recordó llamar al Tano. Y entonces vino la luz. Una victoria cómoda, digna del Fair Play. Una victoria que iluminó al resto del equipo. En fin, una victoria que alejó al Tano del glorioso Deuche.
-Si salimos quedate tranqui que te llamo.
Ni siquiera atinó a agarrar su celular. Esa noche los jugadores del Deutsche Bank gozaron de una jornada alcohólica inolvidable. El festín se completó con tres mujeres de dudosa moral. Esa clase de fiestas que se recuerdan cuando algún sospechoso construye un relato ficticio sobre su gran rendimiento sexual. Una vez más reaparece la incomodidad.
-Salame, ¿ayer se juntaron y no me llamaste?
Por suerte hay una serie de frases que alivian cualquier tipo de dolor.
-Fue una mierda. Hiciste bien en no salir Tano. Nos cagamos de embole.
Un suspiro completa la escena. Siempre acompañado por ese “menos mal que me quedé en casa”.
Aquella tarde fue imposible entretenerlo con excusas absurdas. Llegó a la cancha y se sentó en el banco sin pedir explicaciones. Y los goles llegaron uno tras otro. En apenas 20 minutos el Deuche recibió tres goles con la inefable colaboración del arquero. La charla técnica fue digna de un celoso planificador. Todo ensambló de manera perfecta.
-Che, el diez nos está pegando flor de baile.
El Tano picó el anzuelo.
-Del flaco me encargo yo.
Quince minutos del segundo tiempo tuvieron que pasar para que el Tano se llevara de la cancha a la estrella visitante. Pero su arte también recibió la roja. Su cuestionable comportamiento fue el principal propulsor de un empate milagroso. Pero esta clase de ocasiones no se producen a diario. Sería una aberración dejarlas pasar. Escenario ideal para un capitán comprometido con el futuro del equipo.
-Tano otra vez nos dejaste con uno menos. Así no se puede viejo. Tomate un tiempito. Descansá un par de meses y cuando estés más tranquilo volvé.