miércoles, 3 de septiembre de 2008

Traición cumpleañera

Relajado, sin preocupaciones. Lejos está un sábado de generar episodios dramáticos. Hay una sola inquietud: el partido de mañana. Pero hasta el más encantador fin de semana puede convertirse en el más desgraciado.
–¡Hijo! No te olvides que mañana es el cumple de papá. Vamos a hacer un asado al mediodía.
El golpe llegó con tanta fuerza que Martín ni siquiera atinó a defenderse. Sintió duro el impacto. Una vez digerida la primera bofetada, intentó recomponerse.
-¿A la noche, no?- interrogó pese a conocer la fatídica respuesta.
-No nene, al mediodía, como siempre.
-¡Noooooooooo! La re puta madre que los re mil re parió. Tengo partido.
Recurrió a un último manotazo de ahogado, pero sabía que la situación era irreversible.
-Mirá que yo tengo partido.
Poca eficaz resultó su débil advertencia para presionar los ritos familiares.
-Lo lamento, es el cumpleaños de tu papá. Cumple una sola vez al año. Vos podés jugar todos los fines de semana.
Peligrosa ignorancia la de una madre. Si supiera que mañana, con un triunfo, el Deuche quedaría a siete puntos del líder. Nada parece tener importancia. Obediente a la lógica, Martín fue por un último contraataque. Tal vez la reacción más previsible de un peleador cuando empieza a recibir piñas de todos los costados.
-Bueno, juego el partido y vengo a comer después.
-Ya te dije que es una vez al año. El finde que viene volvés a jugar y todos contentos.
Bien sabía que las oportunidades ya se habían evaporado de antemano. Y sin embargo, ese orgullo mezclado con capricho quería sufrir un poco más.
-¡Dale ma! Por favor, llego antes de las dos. Es más, salgo antes para llegar, bañarme y todo...
-¡Dije no!
-Bueno perfecto, quedamos así. Dos y media estoy acá. Gracias mamá.
–Martín, ya está. El domingo comés con tu familia y no se discute más.
Decepción. Nada más frustrante que perderse un partido del glorioso Deuchebank. Y mucho más cuando las razones de turno son tan irrelevantes.
Esa tarde Martín se tiró en su cama. Descansó por horas. Relajó su cerebro. Hasta se lo masajeó, como había aprendido de una película. Sabía que de encontrar una buena razón convencería a su madre. Lo intentó por horas, pero su desengaño opacó cualquier rastro de lucidez. Aunque ni su repertorio de limitaciones lo privó de ejecutar un nuevo intento.
–Ma, estuvo pensando bien. Sé que tenés razón. Vos escuchame. Todavía no contestes. Sé que es el cumple de papá, pero que te parece si...

viernes, 8 de agosto de 2008

El poder de la mufa II

-¡Pelotudo! Te estoy llamando. Parecés un maricón apretando con tu novia. Acercate un rato.
-¿Qué pasa?
- Mirá: hay momentos en que un hombre debe tomar una decisión…
-¿Qué carajo te chupaste pelotudo?
-Relajate un poco. Quiero decir que hay un momento en que un hombre debe elegir…
-Estás hecho un pelotudo importante. Me voy.
-Vení acá. Es que no quiero ser jodido. ¿Viste que en la segunda fecha perdimos?¿Qué hiciste después del partido?
-Nada
-Acordate, ¿con quién te fuiste?
-Con Marina, como siempre.
-¡Bingo! Dios nos ha dado la luz. ¿Y en la cuarta y quinta fecha?
-Flaco, se claro o le cuento a todos que estás yendo al puterío de Dorrego solo.
-Epa, los códigos Agus. Es que no sé cómo decirlo. A ver: tu novia es mufa.
-¿Qué mierda estás diciendo?
-Es el resultado de un minucioso estudio. Las últimas veces que vino perdimos. Es un dato científico.
-Me parece que te estás yendo al carajo.
-Perdoname, pero es así. Tu novia tiene energía negativa.
-Me estás haciendo calentar.
Momento de recordar. Ahora sí, todo se aclara en la mente de Agus.
-Aunque pará, ahora que pienso, últimamente nos está yendo para la mierda.
-¿Viste? Es lo que te estoy tratando de decir.
-Antes peleábamos por el ascenso y ahora nada.
-Sin dudas. Lo lamento, pero uno nunca sabe en dónde se puede alojar el diablo…
-Sí. Desde el 2005. Ahí cambió todo.
-El diablo siempre mete la cola. La fuerza del mal siempre está al acecho.
-Me acuerdo que fue cuando se renovó el plantel. Llegaron el Negro y vos.
-¿Te acordás? ¡Qué malo era el Negro, pobrecito!
-Ese día perdimos. En realidad esa temporada fue nefasta. Nos fue para la mierda.
-Costó, es cierto.
-El 2006 fue igualito. Desastre otra vez. Ese torneo en el que fuiste capitán.
-Y qué bien defendí esa cinta. Pero lo que te quería decir es…
-Ahora el 2007 casi ascendemos. Terminamos terceros con medalla y todo. ¿Vos la tenés todavía? Ah no, cierto que te operaste de la rodilla esa temporada.
-Agus te estás yendo a cualquier parte. Volvamos a Marina y al diablo…
-Y en ese torneo Marina vio todos los partidos. Decían que era la cábala. Un día me la hicieron ir a buscar a Cañuelas. ¡Qué hijos de puta estos pibes!
-Sí pero lo importante…
-Entonces Marina no es la mufa.
-Bueno capaz los pibes se apresuraron un poco...
-Bancame, necesito pensar.
-Ya fue, no te enrosques más con esas boludeces. Vamos a tomar algo. ¡Muchachos: a casa! Invito unas birras para todos.

lunes, 21 de julio de 2008

El poder de la mufa I

Fue derrota. Una más para el Deuche. Y como en todas tiene que haber culpables. Entonces comienzan los análisis. El arquero anduvo bastante bien. La defensa, dentro de todo, estuvo sólida. Y los atacantes, aunque erraron un par de goles, estuvieron movedizos y generaron buenas situaciones de gol. El árbitro no incidió demasiado. Mucho menos la cancha, que no estaba tan pareja desde hacía varios campeonatos.
-Muchachos déjense de joder. Perdimos por un gol. Ellos jugaron mejor. Nada más.
-Flaco, ¿de qué hablás? El partido lo perdimos nosotros.
La mira sigue estudiando el terreno. No encuentra víctimas hasta que ocurre lo indeseado. Marina se entromete. Ahí está, sentada al costado de la cancha, consolando a su novio Agus. Entonces llega el comentario en voz baja.
-¿Sabés de quién es la culpa? De Marina. Es mufa.
-Dejate de joder boludo. Es una idiotez.
-¿Una idiotez? ¿Contra el Osna vino?
-Sí.
-Perdimos 3 a 2.
-¿Contra el Becum?
-También.
-Otra derrota. Me acuerdo que nos golearon. Se ve que la mufa en ese partido hizo fuerza.
-Che, ¿sabés que el Pelado me parece que tiene razón?
-No lo escuchés que éste siempre dice boludeces.
-No. Acordate que también vino contra el Main Kaif y nos comimos cuatro.
Es así. Uno intenta no creerlo pero hay pruebas de sobra como para condenarla. Linda chica, graciosa. Dentro de todo el grupo la integró rápido. Pero ahora la situación sufrió un giro de 180 grados. Ya no la saludan. Le dan vuelta la cara. Y ella, como si nada, continúa cada domingo a un costado de la línea lateral. Durante tres semanas fue testigo de otras tres nuevas derrotas.
-Hablemos con Agus. Que no la traiga más boludo.
-¿Y quién se lo dice?
-Yo me animo.
-Pero tené tacto pelotudo. ¿Qué le vas a decir?
-Que su novia es mufa y punto.
-No ves que sos un forro. Tenés que ser más sutil. Decile que a partir de ahora sin novias porque nos desconcentran.
-¡Uh! Está buena ésa. Dejame, dejame a mí. ¡Agus!¡Che pelotudo! Imbécil, te estoy llamando. Dale pollera, larga a tu novia.
-¿Qué pasa?
-Nada. Es que con los pibes te queremos decir algo. (continuará...)

sábado, 5 de julio de 2008

Artista exclusivo

Frente a todo pronóstico la pelota gambeteó la suela. Por suerte hay alternativas: culpar a un compañero, quejarse del estado de la cancha. Ninguna es efectiva. Nada peor que comenzar con un tropiezo. El panorama se oscurece. Es que se trata de la carta presentación. Un gesto así disminuye, minimiza y, a su vez, agiganta a los contrarios. Hasta al lateral izquierdo suplente, que ya no se desempeña como titular por su generosa panza.
-Buscalo al cuatro que es horrible. Estos choris que venden acá son una mierda.
Es así. Sentencia. Imparte el destino de ese rendimiento. Si el primer paso es deficiente, también lo será todo el resto . Ojo, la regla es caprichosa porque no es inversamente proporcional. Es que una jugada exquisita de entrada también puede desembocar en una floja actuación. Pero la primera. La primera, como en el truco, es de oro. Perder la pelota de esa manera tan vergonzosa es como tirar un cuatro en la primera mano; es como esos sueños en los que uno se da cuenta de que está desnudo.
-¡Dale Chicho despertate la puta madre que te re mil re pario!
No hacía falta la crítica. Chicho sintió el impacto. Impacto que se agravó cuando su despeje salió para atrás y terminó en un nuevo córner. Y la confianza que se escapa. Se bifurca. No hay caso. Un caño, una patada que se hace acreedora de una advertencia, una palmada de un compañero, una amarilla. Un pelotazo en las partes bajas completa el combo.
En esos momentos se ven los jugadores que dejan marcas en la memoria. Ahí está la pelota. Vienen corriendo los rivales. Enojados, tipos duros, con cara de malos. Y el primero pasa. El segundo también. Pobre el tercero que no llegó a cerrar las piernas. Y pobre el arquero que nada pudo hacer frente a ese pelotazo. La jugada estaba dibujada en su cabeza. Todo listo. Tomó la pelota y sacó un terrible derechazo. De esos que van a diez centímetros del piso. Signo de talento. Pero, en vez de aquella gloria imaginada, la pelota salió por la mitad de la cancha. La mano tomó la parte posterior del muslo. Un grito casi desgarrador preocupó a sus compañeros. El cambio fue instantáneo.
-¡Mirá que le puse pelotas eh! Pensé que iba a poder jugar, pero este dolor me está matando.
-¿Te duele mucho Chicho?¿Qué tenés? Pará que llamo al médico.
-Desgarro, seguro. ¡Tan boludo sos que no te podés dar cuenta! ¿O te creés que jugué tan para la mierda por burro? No ves que sos un forro. No, un forro no. ¡Sos un hijo de puta! ¡Un reverendo hijo de puta! Eso es lo que sos. Andate bien a la mierda. ¿Qué me tocas la pierna? ¿Qué mierda querés ver? Hasta puto sos. Tomatela maricón. Dejame en paz y metete al médico en el orto.

jueves, 12 de junio de 2008

Puesto protegido

Hay frases que están hechas para los que tropiezan constantemente con la derrota.
-Y bueno, ¿qué querés? Ellos pueden armar hasta dos equipos.
Incluso la cobardía puede ir un poco más allá.
-Te pueden bailar hasta con los suplentes.
Es cierto. Algunos tienen planteles más ricos. El Deuchebank está al margen de esa discusión. "Es lo que hay" es la frase más orgullosa que sale de la boca de cada uno de sus miembros. Pero, a veces, ese caprichoso hambre de gloria presiona. Es lógico: un equipo que no pelea por nada es como jugar un juego con 79 créditos. No hay emoción. Entonces viene a la carga un curioso espíritu competitivo.
-El próximo domingo no puede jugar ni el Lobo, ni Fede. Encima no hay suplentes. Si quieren traigo a un pibe que la rompe.
-Pero por un partido Tosko. Este equipo es para que juguemos nosotros.
-No hay drama.
Un triunfo por 8-0 frente al puntero suele alterar cualquier análisis. La flamante incorporación marcó en cinco ocasiones y asistió en otras dos.
-Flojito lo que traje. Perdón muchachos.
-Gordo no te hagas el canchero que fue tu peor partido.
-¿ Y si los mechamos entre los titulares?
-Ya te habíamos dicho que no.
-Muchachos no sean maricones.
-Y vos no seas pelotudo. No compliques las cosas.
-Entonces queremos salir séptimos en todos los campeonatos. Perfecto. Qué perdedores resultamos ser.
Efectivamente ese fue el puesto que ocupó el Deuche. Pero las cosas cambiaron. Algunos emigraron. Ese desajuste, sumado a la lesión del Tosko, permitió que el flamante refuerzo se convirtiera en el líder del equipo. Sus catorce goles y su compañerismo lograron llevar a la final al equipo, un suceso de trascendental importancia si se tiene en cuenta que la máxima hazaña del Deuche fue un quinto puesto.
-No lo puedo creer. Mañana jugamos la final. Esto es muy loco.
-Yo tampoco boludo. Igual seamos sinceros. Todo se lo debemos a Esteban. La está rompiendo el hijo de puta.
-¿Y vos Tosko?¿Vas a venir a ver la final?
-A verla y a jugarla. Ya me recuperé del desgarro. Menos mal que es un equipo de amigos y que no tenemos que pelearnos por quién es titular y quién es suplente.

viernes, 25 de abril de 2008

En busca del tesoro perdido

Placer en su máxima expresión. Refugiado en el calor de una sabrosa frazada en posición fetal. No disimula su sonrisa. Difícil hacerlo después de 13 horas de una inconsciencia profunda. Las agujas apremian. Poco a poco comienza a reconstruirse. Sin apuro. Así son los domingos. Todo en cámara lenta, producto de un desinterés perfectamente planificado. Lo siguen las obligaciones de rigor por el baño. Siempre de manera cautelosa para no atentar contra el silencio dominical. ¿Camiseta? Lista. ¿Pantalón? Listo. ¿Medias? Listas. ¿Vendas? Listas. ¿Botines?... ¿Botines?...
-¡La puta madre! ¿Dónde mierda están los botines?
La impotencia entra en juego. Sin marcas, habilidosa, juega por toda la cancha. Y provoca un nuevo atentado, una muestra de terrorismo imperdonable.
-¡Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Paaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Dónde dejaron mis botines? Dale loco, levántense.
El exabrupto provoca la atenta reacción de una madre súper protectora.
-¿Qué te pasó?
- No encuentro los botines.
- Pará que te ayudo a buscarlos.
De todos modos, el reclamo no encuentra el mismo refugio en la figura paterna.
-¡Hernán la puta que te parió! Laburo de lunes a sábados como un perro. Dejame dormir.
El grito pasa casi inadvertido. El problema son los botines. El reloj vuelve a apremiar.
-¿Dónde los dejaste?
Pregunta ineficiente si las hay. Los botines no aparecen.
-Siempre los dejo en ése canasto. Vos lo sabés. Pero claro, en esta casa te tocan todos, te cambian todo de lugar y después se hacen todos los boludos.
El cuadro termina de agravarse. La bocina suena clara. Los chicos ya están en la puerta.
-La puta madre, ya vinieron los pibes.
-Tranquilo, da vuelta un zapato.
-Eso es una boludez mamá.
Otra bocina.
-La concha de la lora. Estas cosas me pasan a mí. Y encima hoy que jugamos contra el puntero.
Otra más, aunque en esta ocasión viene acompañada.
-Dale pelotudo que me hago viejo.
Una más, la última, la séptima, termina por desatar la ira.
-¿Saben qué? Vayan, yo no voy. Y no me rompan más las bolas.
La orden es aceptada sin mayores cuestionamientos.
Tuvo que pasar casi una semana para sacarse la mufa de encima. Otro domingo viene para desafiar la paciencia de Hernán.
¿Camiseta? Lista. ¿Pantalón? Listo. ¿Medias? Listas. ¿Vendas? Listas. ¿Botines?... ¿Botines?...
-¿Otra vez? La concha de mi madre. Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

jueves, 20 de marzo de 2008

Vacante

Cincuenta y cincuenta. Una mezcla. Oportuna, por supuesto. Es clave estar atento y no dilatar la situación. Hay que ser paciente y dar el golpe en el momento preciso, en ese instante en el que nadie encuentra explicación. En fin, justo cuando el puesto del culpable está vacante. Y entonces, de manera sensata, llega el mensaje.
-Muchachos vengan para acá. Les quería decir que me voy a tomar un tiempito y no voy a jugar el próximo torneo.
Se disparan las respuestas. Algunas con una estampa floreada.
-¡Dale pelotudo! Estamos todos muy pajas. Hay que ponerse las pilas Agus, pero no te borrés en este momento.
Son halagadores. Alimentan el ego. Pero no todos son del mismo calibre. Hay otros que castigan el orgullo.
-Está bien, si esa es tu decisión…
A veces, el análisis va un poco más allá y roza la agresión.
-Si al fin y al cabo estabas jugando para la mierda. Está bueno que te hayas podido dar cuenta.
Imposible quedarse callado. Es necesario contrarrestar de manera lapidaria semejante crítica.
-¡Dejate de joder! Bajé un poco el nivel, un poco nomás. Es el equipo el que está para la mierda.
Ante la duda hay tirar la pelota afuera. Pero hay un comentario más. Uno que no alegra. No enoja. Ni siquiera sube los ánimos. Lastima. Y con fuerza. Ojo, siempre es complementario. Primero está el que intenta reanimar.
-Agus, te tenés que quedar…
Y entonces llega por lo bajo la respuesta de destrucción masiva.
-Dejalo Negro. Ya tomó una decisión.
-Sí, pero es en caliente. El sábado nos comemos un asado y lo hablamos mejor.
-Las bolas. El sábado vamos a bailar. Ya está. No seas putita. ¿Es tu mamá acaso? Dejalo en paz.
Son esa clase de comentarios que lo hacen sentir a uno prescindible. Una cosa es que uno lo perciba y otra muy diferente es que se lo digan. Así, con total impunidad. Simplemente una condena.
Primera fecha. El Deuchebank pierde. Uno a cero. No es que se trata de una alegría inmensa, pero hay cierto regocijo en el rostro de Agustín. Y, sorpresivamente, llegan los goles del Deuche. Uno tras otro. Cuatro en 25 minutos. Apenas diez minutos para el final. Y Agus, apurado, se va a la cancha de al lado. Parece no tener suerte e intenta con la siguiente. Tampoco lo logra. La última del campito le permite conseguir, previo arreglo económico, un accesorio vital. Un poco roto, es cierto, pero alcanza.
Rápido. Los segundos cuentan. Se lo pone sin problemas.
-¡Juez! Cambio.
-¿Qué hacés boludo? Faltan dos minutos y estamos goleando.
Nada cambió. Cuatro minutos en cancha –contando el descuento- fueron suficientes.
Tercer tiempo. Relax total.
-No puedo creer lo que hiciste Agus. Encima ése short está todo cagado. Es un asco.
-Es lo único que pude conseguir. Por lo menos me lo regalaron.
-Mentiroso hijo de puta. Te vi cuando le diste 20 mangos.
-Es que me dieron ganas de jugar. Estando afuera me di cuenta de que el equipo me necesita.
Todos felices, al menos hasta la próxima fecha. Y el puesto sigue vacante.